Espejo, espejito roto.
Fragmentos de mí vuelan desordenados ante ti.
Miríadas de estrellas fugaces que nacen
y mueren en el mismo segundo.
Campos de margaritas deshojadas a destiempo
que volverán a ser bellas al abrazo
de un nuevo suspiro de primavera.
Lunas que no fueron y besos que no serán.
Tímidas sonrisas vírgenes de realidad.
Ojos anhelantes de serenas miradas sinceras.
Pálidas manos frías en busca
de cálidos sueños que abriguen ausencias.
Espejo, espejito roto.
Mi brújula siempre señala un norte,
pero la vida da tantas vueltas
que nunca sé si se camuflará en el sur.
Siempre atento a vientos de cambio,
el gallo de mi veleta no duerme.
En permanente vigilia,
espía el brillo de un lucero
que incluso al sol hace sombra.
Las olas de mis sueños se acercan
de puntillas a mi almohada y depositan
en ella restos de antiguos naufragios.
La arena de mi memoria espera ansiosa
la calma en el vuelo de una gaviota.
Espejo, espejito roto.
Busco palabras, pero se ocultan, esquivas,
entre los pliegues de tu silencio ensordecedor.
En mi reloj de sol se han instalado
nubes con forma de adiós.
Mis sentidos suman perros y gatos,
y en la cuenta atrás siempre pierdo una lágrima.
Las noches son adivinanzas
que el alba nunca resuelve.
Miro, a través de ti, el caleidoscopio que soy yo,
y no sé si sonreír o llorar.