miércoles, 27 de diciembre de 2023


No hay mañana más fría que aquella que descubres que tu mayor miedo no es ya una pesadilla, que ha cruzado la frontera de la realidad. Abres los ojos y el eco de unas palabras te golpea como un mazo. Desearías no haberte despertado. Suena horrible, lo sé, pero así es como te sientes. Pones los pies en el suelo y, mientras te vistes con lo primero que encuentras en el armario, la crisis de ansiedad del día anterior amenaza con volver y llevarse por delante lo poquito de ti que ha quedado. Tratas de deshacer el nudo de la garganta a sorbos de descafeinado ardiendo, pero ni así. Duele, joder, duele. El nudo y lo demás. 

En la mañana más fría, cometes el error de mirarte al espejo. Mientras piensas que no hay hialurónico suficiente en el universo que disimule las horas de insomnio, tu rostro se desdibuja dando paso al monstruo que tan bien conoces. Otra vez no, ruegas. Tarde. Ya has mirado y te has transformado en él. Aprietas la mandíbula y sigues conteniendo las lágrimas que amagan con hacer saltar el dique por los aires. 

La mañana más fría es aquella en la que una canción boicotea todos tus esfuerzos por ser fuerte y rompes a llorar en medio del atasco en la autovía. El señor del vehículo del carril de la izquierda abre el cristal de su ventana y te hace señas para que bajes el tuyo. Que si estás bien, te pregunta. No te conoce de nada y te pregunta si estás bien. Levantas el pulgar a modo de OK y aunque es de noche escondes los ojos tras las gafas de sol para que no vuelva a ocurrir. Las canciones que adorabas se te clavan como flechas en el pecho y eliges al silencio como compañero de lo que resta de viaje. 

Conforme amanece la mañana más fría, el cielo de invierno se vuelve de infierno al saber que sin alas no podrás surcarlo. Cero grados en el termómetro y tu alma es el rincón más remoto de la Antártida. 

jueves, 14 de diciembre de 2023

MARIPOSAS



Hasta que se cruzó con aquellos ojos, pensaba que su trabajo era el más bonito de ambos mundos. De pequeña, siempre imaginó que seguiría los pasos de su adorada Campanilla y repararía cachivaches humanos, devolviéndolos a la vida aun con los propósitos más disparatados. Sin embargo, cuando comenzó la formación, el tutor percibió en sus manos un don peculiar y poco común incluso en aquel mundo donde todo era posible. Cambió entonces de instrucción de forma inmediata. Aprendería también destrezas reparadoras, pero su ámbito de actuación y los materiales con los que debería trabajar serían sustancialmente más delicados.

Desde hacía varios siglos, cumplía con gran satisfacción la misión de arreglar corazones rotos y recomponer sonrisas desportilladas. La materia prima era la misma en ambos casos. Amor en cantidades industriales, toneladas de paciencia y varios gramos de la magia que portan las ilusiones en sus preciosas y frágiles alas. Sí, ilusiones. Todos los seres las tienen, y su variedad de tamaños y colores es infinita. Viven en el Reino de los Sueños y, aunque su esencia es intangible, adoptan la forma de mariposas brillantes para ser localizables en caso de que la niebla de los malos ratos adquiera demasiada densidad. Lo más difícil de su tarea consistía en adentrarse en los sueños humanos, los más enrevesados y complejos de la creación, hallar la mariposa correcta y lograr que le permitiera recolectar una pequeña cantidad del polvo que la hacía volar. Una vez conseguido, regresaba al dormitorio del sujeto a reparar, mezclaba los ingredientes milagrosos en la palma de sus manos, soplaba y… ¡tachán!, en unos cuantos días el sujeto o la sujeta volvían a resplandecer completos. Alguna cicatriz les quedaría, pero en general el resultado era siempre aceptable.

Hasta que no se cruzó con aquellos ojos y leyó en ellos que sus mariposas agonizaban, maltrechas y sin aire, sobre las cumbres del imposible absoluto, no se dio cuenta de lo complicado que podría llegar a ser. ¿Lo lograría esta vez?


jueves, 7 de diciembre de 2023

Inextinguible


Silencio. Guarda silencio, mientras el terciopelo negro de esta noche tachonada de estrellas vuelve a ser testigo del nacimiento de la magia más pura. Mírala, escúchala, siéntela, y aleja las dudas. Ignora las voces que intentan convencerte de que no te la mereces, porque te la has ganado a pulso. 

Contempla cómo se gesta la llama y que tu boca se curve en esa sonrisa que es solo suya. Permite que tus manos tiemblen al recordar su voz y que tus ojos brillen al evocar su mirada posada en la tuya. Que las ganas te mojen los miedos y el alma te explote celebrando el rastro ígneo que dejan sus dedos sobre tu piel. Bebe de la miel de sus palabras hasta saciarte de la emoción que desprenden. Porque no hay distancia ni tiempo que mitiguen la fuerza del huracán que despertó un día y resquebrajó el suelo bajo tus pies.

Vendrán días y noches de oscuridad y frío, tenlo por seguro, pero no te rindas. Aférrate a la ilusión con uñas y dientes y sigue soñando con sus labios dibujando caracolas junto a tu oído. Y, sobre todo, no vuelvas a intentar apagar la llama, porque uno no vuelve dos veces del lugar donde habitan las sombras. Llevas su nombre tatuado a fuego, y eso ya no hay voluntad que lo borre. 

TARDE

Pasan dos minutos de la medianoche. Llega tarde, como siempre. No le importa —es más, diría que disfruta— haciendo esperar a los...