jueves, 29 de febrero de 2024

CRIATURA


Desde pequeños se nos enseña a temer a los monstruos en lugar de a convivir con ellos. Siempre viví aterrorizada por los horribles seres que habitaban los armarios y los espacios que las pelusas dejaban libres bajo las camas. Hasta la noche en que cumplí diez años.

Nací una noche de junio, por lo que mis concurridas fiestas de cumpleaños siempre tenían lugar al aire libre. Aunque era mi día, me aburría soberanamente y me escabullí sin ser vista por un agujero del seto de la casa de la abuela, disponiéndome a internarme en el bosque donde a los niños nunca nos dejaban jugar.

Aún no había anochecido y los rayos retozones del sol se colaban entre el ramaje de la zona menos densa de la primera arboleda. Me hallaba buscando ardillas o algún otro animalillo al que poder observar cuando me alertó el chasquido de unas ramas al quebrarse. Me quedé petrificada, y un escalofrío de miedo congeló mis cuerdas vocales impidiéndome gritar. 
Aquella criatura de rostro diabólico y enormes dientes, aquella mole de horror concentrado, posaba en mí sus ojos de fuego.

—¿Jugamos?— preguntó su voz cavernosa.

Fue lo último que percibí antes del fundido a negro. 


jueves, 22 de febrero de 2024

FINALE


Aquella niña de diez años y zapatitos de un rojo brillante que, ilusionada, esperaba el tren se ha convertido en una mujer hecha y derecha. Mejor, en una dama diestra y siniestra. El ingenioso juego de palabras dibuja una lasciva curva maliciosa en sus labios. Su vida se quebró en un sótano oscuro y su momento de gloria habrá lugar en las sombras de uno similar.

Su fiel compañero aguarda a que esté preparada. Desde que se conocieron no se han vuelto a separar. La familia del chico la acogió como una más y gracias a ellos son hoy quienes son. De día, perfectos y sonrientes bibliotecarios. De noche, asesinos por placer y hematófilos irredentos. Su entrepierna se humedece al imaginar lo que vendrá después.

Ha llegado la hora. Nunca debió haber truncado sus sueños pagando a aquellas bestias para que la secuestraran. Luz de ambiente ideal que intensifica el rojo de los frascos donde guardan sus trofeos en formol. No se daña a quien se ama. Instrumental preparado. El plato de la venganza ya está suficientemente frío. Veinte años recreando ese mismo instante en su mente. La que le dio la vida espera, inconsciente, la llegada de la muerte.

domingo, 18 de febrero de 2024

MIEDO


El miedo es el monstruo más fuerte y más difícil de vencer de todo su bestiario particular. Nace, crece y se reproduce en una suerte de mitosis en bucle. Habita tanto lugares habituales —la almohada, el interior del armario y, sobre todo, el espejo— como los rincones más insospechados, recodos de su ser que ni ella misma conoce. Aguarda siempre, agazapado en cualquier escondrijo, la oportunidad de lanzarse a su cuello y destrozarle la sonrisa a dentelladas. El miedo es omnívoro. Devora todo a su paso y tanto le da nutrirse de dudas como de palabras o de silencios. Estos últimos son, con diferencia, su manjar favorito. 

El miedo siempre hace enmudecer el canto de las galaxias y le dibuja a su Luna una mueca de desprecio en la cara. La astronauta se tapa los oídos, pero su potente voz se cuela en su interior hasta invadir el último resquicio de su alma. Con su aliento gélido sofoca la pequeña llama de esperanza que, día a día, la hace levantarse y seguir luchando. Sus estruendosas carcajadas son contagiosas, y el universo entero acaba riéndose de ella. Qué ilusa, astronauta, por pensarte merecedora del afecto y la sonrisa de una estrella. 

Sentada en la soledad de un planeta remoto, a la astronauta se le atragantan las lágrimas y las palabras se le estrellan contra los dientes. Quiere gritar. Quiere plantarle cara al monstruo y que lo que dice no le duela tanto. Pero no sabe cómo hacerlo. No sabe cómo pararlo. Pasará, intenta convencerse mientras los pulmones le arden por falta de aire. Se tumba, se hace un ovillo y apoya el rostro contra el frío suelo. Sola en la soledad de un planeta remoto, vuelve a ser la niña que soñaba con ser otra o abandonar el mundo a lomos de un dragón de fuego. La de las pecas mal dibujadas. La de la mirada al suelo y la vergüenza por montera. Y esta vez no hay Fujur que las salve.

jueves, 15 de febrero de 2024

SORPRESAS

La vida te da sorpresas, y algunas se visten de rojo carmesí y dejan en el aire cierto olor dulzón y metálico. Aquel chiquillo apareció de repente detrás de una caja arrumbada al fondo del oscuro sótano donde los tenían encerrados. Justo en el momento preciso.

Sus captores, patanes sucios, confiados y borrachos como cubas buscaban un rato de diversión a su costa. Dos de ellos se los echaron al hombro como sacos de patatas y los subieron a la planta superior, a un salón que olía a tabaco rancio y sufrimiento.

El chico desconocido le pedía calma con la mirada. No era la primera vez que se divertían con él y no estaba dispuesto a pasar por aquello de nuevo. Con la agilidad de un felino, saltó sobre el primer tipo y le arrebató el cuchillo del cinto. La hoja se clavaba en las carnes corruptas con rabia e impericia, pero no dejó de cumplir su objetivo. En menos de un abrir y cerrar de ojos, aquella escoria humana yacía inerte sobre el suelo mugriento. El mundo era ahora un lugar mejor.

Un escalofrío de placer la recorrió al ver la sangre formar charquitos sobre las losas. 

miércoles, 14 de febrero de 2024

ORIGEN



Cuentan las antiguas leyendas que, al principio de los días, Luz y Oscuridad, Agua y Fuego, Bien y Mal, fueron complementarios en lugar de opuestos absolutos, criaturas eternas forjadas, a partir de la energía más pura, por las manos de los lejanos dioses para insuflar vida al inmenso vacío del universo. Guardianes de todas las cosas. Durante eones complacieron sonrientes los caprichos de las deidades supremas, contemplaron serenos las idas y venidas de los cuerpos celestes, el nacimiento y la muerte de galaxias enteras, el devenir silencioso de un cosmos donde el Tiempo carecía de relevancia.

Fueron testigos de la asombrosa metamorfosis de la Tierra, de páramo desértico arrullado por el canto de los vientos aulladores a planeta azul y fértil donde fueron enviados a cumplir cada uno con sus propias tareas, bajo la atenta supervisión del ufano Tiempo, proclamado por los divinos creadores gobernador absoluto de sus dominios. Como buen tirano devoto del divide y vencerás, Tiempo desmanteló la morada conjunta de las tres parejas eternales y las forzó a disgregarse para mejor cumplimiento de sus menesteres. Luz buscó refugio en la cima de la montaña más alta para sentirse más cerca del astro rey. Oscuridad, triste y celosa, halló resguardo en la gruta más profunda y esculpió en sus muros las futuras puertas del Inframundo. El cuerpo de Agua se licuó y su espíritu se fundió con su creación más perfecta, expandiéndose a lo largo y ancho del planeta. Sin su par, Fuego tuvo miedo y se escondió en las entrañas de la tierra, derritiéndolas y dejando salir su pesar en forma de ardiente lava. Bien y Mal se ocultaron de los ojos ciegos de Tiempo y nadie supo nunca dónde encontrar su hogar.

Transcurrieron los milenios, las hojas de los árboles murieron y nacieron un millón de veces, las especies que hollaban los senderos del planeta mutaron a voluntad de la divinidad caprichosa y, un buen día, una de ellas llamó poderosamente la atención de los guardianes. Mostraban comportamientos similares a los del resto de animales que se agrupaban en manadas, aunque caminaban ya sobre las extremidades inferiores. Se comunicaban de manera inusual, y se mostraban afecto de forma más extraña todavía. Unían sus bocas y sus pieles, se envolvían uno en brazos de otro y elevaban el acto natural de la procreación a un estadio nunca visto. Bien y Mal pronto anidaron en sus corazones, permeables como suelo poroso.

Luz y Oscuridad, los guardianes menos propensos a la rebeldía, sintieron una gran curiosidad por el asombroso ritual de intercambio de afectos y decidieron, venciendo sus reticencias y desobedeciendo las órdenes de Tiempo, experimentarlo ellos mismos utilizando sus entidades corpóreas. Al ocaso de una tarde, unieron sus cuerpos en la garganta más profunda de un valle oculto por las sombras. Se miraron a los ojos con hambre desconocida de siglos. Sus pieles centellearon con la potencia de un millar de estrellas y la gravedad de un millar de vacíos. Al unir sus labios, desencadenaron terremotos que derribaron montañas. Pura electricidad recorría sus figuras de alabastro pulido. Cuando alcanzaron el clímax, auroras boreales pintaron el cielo por vez primera. 

Mudos de espanto y furiosos por la osadía de los otrora mansos guardianes, los dioses descendieron en tromba a la Tierra, despertando a Tiempo, que dormía ajeno a todo en su burbuja de cristal. Las acusaciones e imprecaciones quedarían seguramente grabadas en la memoria de las piedras, pero nadie las transmitió nunca. Lo que sí trascendió fue el castigo que les impusieron sin un ápice de piedad. La maldición quebró el aire como un trueno en la quietud de la noche. Separados para siempre bajo amenaza de destruir el mundo que tanto apreciaban ya. Ambos se resignaron a vivir cada uno en un extremo de la nada y no volver a repetir aquella alianza de cuerpos que ya había dejado marca indeleble en su esencia. Agua y Bien acompañaron a Luz a su nueva morada de nubes. Fuego y Mal consolaron a Oscuridad en su forzado hogar de raíces y niebla. Dolió tanto que, desde entonces, se define la Oscuridad como la ausencia de Luz. 

Pero los dioses no contaban con que una minúscula franja de cosmos desafiaría su maleficio. ¿Habéis visto como, al alba y en el ocaso, Luz y Oscuridad se acarician a lo largo de la delgada línea del horizonte? Y cuentan las malas lenguas que, en las tierras septentrionales donde no se acata el gobierno del tiempo, sigue pintando el cielo la belleza de las auroras boreales.

jueves, 8 de febrero de 2024

Billy

Poco antes de que llegara el tren, la estación se tornó un enjambre de transeúntes y maletas expectantes. La niñera que había contratado su familia paterna para que la acompañara tardaba en regresar del aseo y la multitud la empujaba cada vez más cerca de la plataforma. De repente, una pieza de tejido áspero cubrió su nariz y su boca bajo una mano que ejercía una presión asfixiante. Intentó liberarse, pero unos brazos fuertes la inmovilizaron sujetándola desde atrás. Y ese olor... 

Cuando despertó, sintió mareo y náuseas. Mientras trataba de incorporarse del sucio jergón sobre el que yacía, se percató de que la habían despojado del vestido y de sus zapatos. Con mucho esfuerzo se puso en pie y avanzó a trompicones por la estancia en penumbra. Miedo y frío. Frío y miedo. Quería gritar y no le respondía la voz. ¿Dónde estaba? ¿Por qué le habían quitado la ropa? Todo eran preguntas y para ninguna encontraba respuesta. Un llanto desconsolado se apoderó de su cuerpo y lo sacudió en espasmos incontrolables al ver a su osito Billy, al que aquella misma mañana había dejado en su propia cama prometiéndole que no tardaría en regresar, tirado en aquella interminable escalera. 

lunes, 5 de febrero de 2024

En noches como esta...



La mira. Una y mil veces la mira con temor a desgastar su superficie de plata. Sentada al borde de la nada, clava sus ojos en ella y le agradece una vez más que presida el firmamento cuajado de estrellas y sueños que escapan por las grietas de las almas rotas. Desde el rincón más remoto de la galaxia, donde no alcanza la voz de nadie, ni la suya propia, la mira, y una lágrima traidora le surca el rostro presagiando la tormenta que se fragua dentro y toda la voluntad del mundo no va a ser capaz de contener. 

Las luciérnagas silencian su cuchicheo brillante y los cometas se enroscan en su propia cola como gatos mansos que dormitan al sol. Y, acurrucada en los brazos de la noche, llora mientras el silencio del universo atrona sus oídos. Llora como un río salvaje al que nadie ha enseñado a desembocar en el mar. Llora como una nube que por primera vez siente que contiene lluvia. Lloran sus ojos las dos palabras malditas que se prometió no volver a decir y le queman dentro como infiernos incansables. 

Y la diosa de plata mira a la astronauta sentada en la nada y sonríe serena. Sabe con certeza que sus lágrimas son hijas de todo menos de tristeza. Que lo que le revienta el pecho es pura emoción que solo a ella le cuenta. Que mil mariposas incandescentes le brotan del alma en noches como esta. Y que dentro lleva, marcada por siempre, aunque ella no quiera, una sonrisa capaz de abolir cualquier invierno en la Tierra. 

jueves, 1 de febrero de 2024

Rojo infinito


Rojo vivo, infinito, brillante y con un lazo suavísimo de terciopelo. Fantasía pura para aquella niña de diez años que nunca había recibido un sueño envuelto en papel de regalo. La noche anterior apenas había pegado ojo, y al despertarse su estómago dio un vuelco que la hizo temblar. Aquel día era el día más importante de su vida, y su joven corazón se debatía entre la alegría de que por fin hubiese llegado y la tristeza y la decepción que se había instalado en los ojos de su madre. La caja reposaba sobre el baúl de su dormitorio, esperando sus manos ansiosas como espera el bosque la lluvia de primavera. ¿Sería para ella? ¿Debería abrirla? Incapaz de contener su curiosidad por más tiempo, levantó la tapa y todas las dudas se le despejaron en un instante. Rojo vivo, infinito, brillante, y el lazo que tantas veces había acariciado en su imaginación. No tuvo que preguntarse de quién provenía el obsequio, pues la sonrisa de su abuela apareció de repente por una esquina de su mente como una luciérnaga en la noche más oscura. «Aférrate a tus sueños, pequeña. Lucha por ellos y no los dejes ir nunca». Se los probó y se adaptaron a sus pies como una segunda piel. Cuando se reencontrara con la abuela le iba a dar un beso que se oiría hasta en la luna. 

Ahora, mientras espera en la estación a que llegue el tren no puede dejar de mirárselos y preguntarse por qué la vida tiene que ser tan difícil. Por qué la alegría de sus zapatos nuevos y de conocer por fin a su padre sabe amarga al recordar las lágrimas y los reproches de su madre. «Te lo he dado todo, desagradecida». «¿Quién te ha cuidado en tus desvelos, cuando estabas enferma, cuando tenías pesadillas? Yo. Y ahora me lo pagas así». La abuela ha dicho que le de tiempo, que le tenga un poco de paciencia, que habla el dolor de la mujer y no de la madre, y otro montón de cosas que ella no entiende. Pero se siente una traidora sin saber bien el motivo. Tantos años esperando este momento y ahora la tristeza y la ilusión giran desenfrenadas en un baile caótico y no sabe cómo sentirse. Respira y se centra en su única certeza: lo preciosos que son sus nuevos zapatos, de un rojo vivo, infinito, brillante y lleno del cariño de la abuela. 

Si ella supiera lo que le va a cambiar la vida ese tren...

TARDE

Pasan dos minutos de la medianoche. Llega tarde, como siempre. No le importa —es más, diría que disfruta— haciendo esperar a los...