jueves, 18 de abril de 2024

TARDE


Pasan dos minutos de la medianoche. Llega tarde, como siempre. No le importa —es más, diría que disfruta— haciendo esperar a los demás. Llegó al mundo cinco días después de la fecha prevista. Su santa madre, desesperada, estaba ya barajando opciones de lo más descabellado para lograr expulsar de su cuerpo al bebé remolón que no tenía prisa por nacer. Nunca parecieron importarle las agujas del reloj. Su propio ritmo era el que marcaba la cadencia de su vida, para exasperación de los que tenía alrededor. Su ex-mujer se mordió las uñas durante una hora en la puerta de la iglesia. Perdió numerosos empleos por impuntual, incluso varios juicios por incomparecencia una vez agotados los plazos de la cortesía. Nada de esto le afectó, y su vida siguió discurriendo por cauces ajenos al tiempo.

Pasan diez minutos de la media noche. Suelo ser paciente, pero algo en este tipo me irrita sobremanera. Tampoco es que esté muy habituada a que me hagan esperar. Acuden prestos y dóciles al lugar y en el momento preciso y yo les doy la bienvenida que merecen. Un beso dulce y prolongado. Un abrazo tierno y envolvente del que jamás se apartan. Mi sola presencia mitiga sus dolores y aplaca sus miedos. Quizá esta vez tenga que replantearme la forma de hacerlo. 

El reloj de una iglesia lejana anuncia a quien quiera mirar que pasa ya media hora de la media noche. Hasta los pliegues de la capa los tengo cabreados. Las flores que esta noche he elegido de adorno (teatrera que es una) comienzan a ajarse y a perder pétalos. Las siete vidas de los gatos que merodean por los tejados del vecindario me observan mientras asoma a sus rostros una mueca de burla. Al fondo de la calle se insinúa una sombra bajo la luz inerte de una farola medio dormida. Míralo, ahí viene con su andar despreocupado e indolente. Prisa no tiene, desde luego. Se detiene a contemplar la luna con ojos soñadores y canturrea una melodía desafinada y fuera de ritmo. Mi ira se acrecienta con cada nota mal entonada. Definitivamente, lo voy a hacer de una manera menos sutil. Maldito imbécil. Nadie llega tarde a su cita con la muerte y se va de rositas al otro lado. 

jueves, 11 de abril de 2024

CERCA



Está cerca. Lo nota. Ya lo percibe con cada célula de su cuerpo. Hace días que se lo susurran las fibras del alma. Cierra los ojos, aprieta los párpados tratando de no verlo, pero de poco sirve. Está cerca. Cada vez más. Siempre lo supo, pero olvidó nadar y guardar la ropa junto a sus propósitos de enmienda. Y ahora está cerca, cada vez más cerca.

En un insondable océano de silencio, sus garras la aguardan ansiosas para destrozarla y enviarla de nuevo a la casilla de salida. Para sajarle el pecho y arrancar las flores que nacieron sin permiso de nadie. Siente su aliento en la nuca. Frío y vacío. Lamenta no haber aprendido a rezar ni a coser. Hasta ahora nunca le hizo falta.

Siente como sus alas comienzan a perder el brillo de los que creen en la magia. Las cuerdas de la certeza la asfixian, le abren heridas en la piel dormida. Podría intentar luchar, pero no es nadie. Podría tratar de escapar, pero ignora cómo. El maldito tic tac de un reloj invisible la avisa de que el tiempo prestado se le agota y se desdibujan los contornos de un cielo donde nunca tuvo derecho a volar. El fantasma de las cuatro letras le muestra una sonrisa perversa y sus miedos comienzan a entonar el cántico que da color a las pesadillas. Solo una palabra, solo una, y por fin sabría si la diferencia entre estar viva o muerta era una cuestión de respiración. Está cerca, muy cerca, y en cualquier momento será verdad.

jueves, 4 de abril de 2024

PREGUNTAS

«Espejo, espejito mágico... ¿Quién es la criatura más estúpida de este mundo o cualquier otro al que tengas acceso?  No la busques más, la tienes delante, aunque camuflada debidamente para la ocasión. Sorprendido, ¿eh? Ay, las costumbres... Durante siglos has contestado invariablemente la misma pregunta. Dime, ¿has mentido alguna vez? ¿Tu código de honor de los espejos mágicos te permite hacerlo? No temas, yo no te lo voy a preguntar, no te voy a poner en ese brete. La respuesta siempre ha estado clara como el agua, aunque alguna vez haya podido pensar que ... En fin, qué se le va a hacer, la genética es caprichosa y a mí no me tocó una buena mano en el reparto.

Espejo, espejito mágico...¿Es capaz tu poder de borrarme de la faz de la tierra y así no ensombrecerla con mi presencia? ¿Habita en ese otro lado que no puedo ver el más mínimo ápice de misericordia? Vaya, no contestas a ninguna de mis preguntas. No sé por qué, pero algo así esperaba. Y tú, cuervo de los demonios, ¿te parece bien entrometerte en ruegos ajenos? Cierra el pico y alza el vuelo, que peor agüero ya no puedes pintar.»

El espejo mira en silencio a la criatura impertinente. ¿Cómo osa dirigirse a él en esos términos? Se va a enterar. Concentra toda su energía en vislumbrar lo que oculta la capucha. Cuando logra ver sus ojos, su furia se aplaca. A través de ellos percibe con nitidez el alma del ser que se atreve a hablarle así. Dolor, tristeza, rabia, un corazón roto y un puñado de ilusiones marchitas. Fronteras difuminadas entre la cordura y la insania. Si tuviera brazos, la abrazaría para consolarla, pero a los espejos mágicos no se les permite hacer esas cosas. «Maldito Cupido», piensa apenado. Lo que no acierta a percibir es la hoja de metal frío que esconde la mano de la desdichada. Se acabaron las preguntas.

MONÓLOGO DE ARENA

La vida es esa montaña rusa cuyos vaivenes oscilan impredeciblemente entre el cielo y el suelo. Hoy estamos aquí, mañana quién s...