viernes, 19 de enero de 2024

Sin tinta




Si yo supiera rezar, pero rezar de verdad, elevaría mil plegarias a las agujas del reloj para que detuviesen su inexorable avance justo en este instante. Con la cabeza apoyada en tu pecho, agradeciendo en silencio a la vida la suerte de tu olor y tu calor. Tu latido se impone al galope desbocado del mío. Melodía incomparable que eclipsa al sol de la tarde. Nudo en la garganta de pura emoción. Afortunada mil veces y mil más. Me miras y la luz de todo se muda a tus ojos. La promesa de tus labios acercándose como una bandada de pájaros de alas suaves. Piel con piel, vuelo aun con los pies bien aferrados al suelo por si se me doblan las rodillas. Dios, espero que no notes cómo tiemblo. O sí, yo que sé. Para saber algo estoy yo ahora. El tic tac inapelable que no se rinde esta tarde marca el final ya escrito de otro tatuaje sin tinta. 

Mientras recuerda, la astronauta sonríe.

jueves, 18 de enero de 2024

CONDENADOS



Tranquilos. Duermen tranquilos. Serenos y ajenos al fatídico sino que les aguarda a partir de esta noche. Ilusos amparados por la mentira que siglos y siglos de repetición convirtieron en verdad. Presos de un boceto de realidad castrada por la ignorancia impuesta y elegida por comodidad. No se teme a lo que no existe, y la jugada maestra del diablo es que así lo sigan creyendo. Tranquilos. Duermen tranquilos. Hasta que posemos nuestros dedos en su piel desnuda y, en unos segundos de desgarro y de dolor inenarrable, absorbamos su esencia más pura, la que no admite disfraces ni subterfugios, y pasen de inmediato a engrosar las filas de nuestro ejército de malditos.

Ella sueña con él. Con el que duerme a su lado tras meses y meses de lágrimas y cerrojos. Él vuelve a soñarla a ella. A la que duerme junto a él tras noches y noches de desvelos e infinitas dudas. En brazos de Morfeo, continúan respirándose y sintiéndose tras abolir las fronteras de la consciencia. Siguiendo el ritual convenido desde el principio del tiempo, pongo mis manos sobre los hombros de la hembra; pones tus manos sobre los hombros del varón. Cerramos los ojos y esperamos que fluyan sus almas hasta nuestros dedos. Maldición. Sus cuerpos queman. Abrasan el cuero reseco e inmortal de nuestra piel y anulan el poder oscuro que absorbe el ánima. Me miras. Te miro. Recuerdas. Recuerdo. Es imposible.

Un día devorado ya por las fauces inclementes del tiempo fuimos como ellos. Criaturas esplendorosas, rebosantes de carne y de vida. Espíritus que se soñaban y se anhelaban en las frías noches del invierno del mundo. Manos clandestinas que se buscaban y ardían de ganas. Pero pudo más el miedo y no arriesgamos lo seguro por una ilusión de atardeceres de sonrisas y de besos. Nos cubrió el silencio con su manto gris y caímos en la trampa de los que fingen no quererse. Cuando vinieron a buscarnos, el escudo de amor era tan débil que no contrarrestó la magia del Supremo, sentenciándonos a una dolorosa inmortalidad de alimentarnos de almas y anhelos ajenos mientras aumentamos las huestes de réprobos que habitan el inframundo y las pesadillas de aquellos que creen más allá de lo que ven. Condenados y eternos; eternos y condenados.  

jueves, 11 de enero de 2024

Ella

Ella. Sigue siendo ella, y sin ella no es. Aunque se disfrace de mujer con experiencia y un grado discutible de madurez, sigue siendo ella. La de los ojos limpios, la risa franca y las pecas en los mofletes sonrosados. La que mira al mundo desde la inocencia y la pureza de un corazón que no entiende la maldad ni el egoísmo. La que se encogió de dolor cuando descubrió que las guerras y las matanzas no eran patrimonio exclusivo de las películas ni de los soldaditos cojos de plástico verde.

Ella, sigue siendo ella, y si se le olvida se pierde en cualquier esquina entre el cielo y el suelo. La niña de la ternura infinita que ve la bondad en las briznas de la mala hierba y saluda con alegría a las lagartijas del barrio. La que salva conejos de su trágico destino en la sartén sin importarle el castigo que vendrá. La criatura libre que salta en los charcos y se esconde bajo las mantas en las noches de tormenta. La del gesto de incomprensión cuando le dicen que el azul no combina con el verde.

Ella y por siempre ella, a pesar de huracanes y terremotos. La que siempre defendió al lobo del cuento de Caperucita. La que se escondía en los libros para escapar del insulto y el desprecio y ha hecho de ellos su hogar. La que siempre confió en que si pedía deseos a la luna se cumplirían un año u otro. La que sigue confiando en la magia de una sonrisa y un abrazo a destiempo.

La que si te ha dicho que te quiere te lo ha dicho de verdad. La que anhela tus brazos y seguirá soñando con besos en tardes de lluvia o de sol. Ella. Solo ella. 

domingo, 7 de enero de 2024

El regalo más grande



El regalo más grande con el que nos puede obsequiar la vida jamás va a venir mejor o peor envuelto en un papel bonito. Es tan inmenso que trasciende cualquier límite impuesto por las leyes de la física. El regalo más grande casi nunca va a llegar en una fecha señalada. Aparece cualquier tarde de lluvia, derritiendo certezas como mantequilla al sol. El regalo más grande puede no ser fácil ni cómodo. Una criatura bipolar y trastornada. A veces feroz y temible, de un zarpazo te roba el aire; otras, cálido y dulce, te revienta en el pecho sin avisar, o te pinta una sonrisa en medio de la peor tormenta. El regalo más grande no entiende de síes o de noes, de probabilidades, posibilidades o riesgos. No conoce pretextos e, indomable, no obedece a normas ni deseos de nadie. Nace, crece y, sin esperar nada, existe con un afán innegable de supervivencia.

Si sabes lo que es, tienes la suerte de haberlo recibido ya 😉.

jueves, 4 de enero de 2024

Terrícolas...


Después de haber leído un par de textos de su blog y haber hablado durante horas con aquella astronauta terrícola, la División de Exploradores de la Asociación Intergaláctica de Pueblos Libres solicitó permiso al Consejo para enviar a la Tierra una expedición. El objetivo: comprobar in situ la veracidad de las afirmaciones de la susodicha acerca del extraño ritual humano que usaban tanto para el apareamiento como para la obtención de placer y la consumación de aquella disparatada entelequia a la que ella llamaba amor. En el improbable caso de que aquella criatura de ojos soñadores estuviera en lo cierto, se verían en la obligación de modificar todos los manuales de vida en la Tierra, en los que asimilaban el comportamiento humano en esas lides al del resto de animales mamíferos. 

Varios destacamentos de naves fueron estratégicamente emplazados en distintos puntos del planeta azul, y desde todos llegaba a la central el mismo tipo de conclusiones que evidenciaban la exactitud de lo que la astronauta les había relatado. Las diferentes terminologías usadas para bautizar aquel fenómeno —mucho más que el acoplamiento de cóncavos y convexos o un mero intercambio de fluidos corporales— eran fuente de confusión: sexo, polvo, follar, hacer el amor... Ninguno de los exploradores logró una taxonomía clara y funcional que categorizara las distintas variedades de aquel ritual, pero sí hallaron factores comunes a todas ellas: cuerpos entrelazados danzando al unísono; labios, lenguas, dientes, manos, dedos... multifuncionales (eclipsando incluso el protagonismo de miembros y órganos sexuales); gemidos y jadeos que anunciaban goce; momentos de clímax que tensaban músculos, arqueaban espaldas y nublaban pupilas. 

Lo que ninguno llegó a entender fue que, una vez acabado el acto en sí mismo, la mayoría de humanos siguieran dedicándose atención y tardaran un lapso más o menos largo de tiempo en separarse. No comprendieron las miradas llenas de luz y de ganas de más, las caricias que daban sentido a los fuegos artificiales, los besos que fueran quizá el preludio de una nueva entrega... Convocaron a la astronauta al Consejo para solicitarle algunas aclaraciones al respecto. Ávidos de saber, le preguntaron cuál de sus experiencias había disfrutado más y por qué. Se le iluminó la cara y la boca se le curvó en ascenso hacia una sonrisa. Vio tus ojos en los suyos, sintió tus labios en los suyos, y suspiró al acordarse de que aquello no volvería a repetirse. 

Los miembros del Consejo percibieron la tristeza y cambiaron de pregunta. Quizá aquellos humanos no fueran seres tan simples...

martes, 2 de enero de 2024

Nana astronauta



Por si acaso no te duermes, yo te regalo esta noche una nana astronauta desde la luna a la que tanto miras. Nana dulce y serena que mezcla suspiros y polvo de estrellas. Nana suave de bandera pirata que pinta sus letras de un amor que sueña.

Duérmete tranquilo, niño de ojos de azúcar y labios de seda. Duérmete sin miedo, hombre de aguas bravas y alma de galerna, que tu luna de plata te vela despierta aunque no la veas.

Con palabras torpes pero sinceras le pido a tu diosa que te proteja y que deje en tu almohada todas las caricias que darte quisiera.Que te mire como yo. Que te quiera como yo. Que se le enciendan los ojos con una palabra tuya y le arda la piel al roce de tus manos. Que abrace tus silencios y tus miedos y sane tus heridas a lametones. Que guarde tu risa como el paraíso al que solo unos pocos están invitados. Que te cuide y que comprenda que las espinas son también parte de la rosa. 

Y ella me sonríe, me entiende y te besa. Dulces sueños tengas, mi galaxia preciosa. 


lunes, 1 de enero de 2024

Banco de besos



Es curioso como, en medio de la vorágine de un mundo donde nada permanece, donde hasta la misma esencia del espíritu es mutable, algunos objetos se erijan en depositarios y fieles guardianes de memorias que otrora habitaron manos y labios y ahora vagan errantes en algún limbo de nadas esperando a que la imagen del objeto en cuestión las rescate. 

Hoy he vuelto a sentarme en nuestro banco. En el borde del asiento, la misma madera astillada que me dejaba marcas en los pantalones mientras tu boca dibujaba por primera vez senderos de colores en mi cuello. La misma reja cutre perimetrando otra reja. Como la vida, decías: rejas y jaulas. Los recuerdos vuelven a mí como bandadas de pájaros que migran al sur huyendo de cualquier invierno. Las dudas ignorando los semáforos en rojo. Tus ojos como pequeños animales heridos buscando refugio de una tormenta que trascendía los límites de lo ordinario. Las palabras más hermosas que se puedan dedicar a una persona pronunciadas sin titubeos bajo una luna mordida de otoño. Luego llegaron las noches, y tu cuerpo y el mío agostados en fiestas donde no cesaba de sonar la música. Y las miradas que rompían las barreras de lo posible en un universo cuadriculado. Y el adiós que se negaba a rendirle pleitesía a una fecha de consumo preferente que siempre supimos. Y la puerta tras la que desapareciste y las nubes que lloraban lo que a ninguno de los dos nos estaba permitido.Cayeron las últimas hojas, los días, los kilómetros y las ganas, y las agujas del reloj no perdonaron el vacío de besos, pintándonos de nada sin que nos diéramos cuenta. 

Hoy he vuelto a sentarme en nuestro banco, tan el mismo y tan distinto al mismo tiempo. Y tus ojos como animalillos anhelantes han vuelto a mirarme de esa forma tan tuya. Y en silencio les he confesado que, aunque se atrofiaron las alas que me cosiste, siempre tuviste razón en lo importante: el amor existe y soy capaz de sentirlo. Que solo tenía que esperar a la persona menos esperada. Que no podría detenerlo ni pulsar el botón de standby, porque era la criatura más desobediente de la madre naturaleza. Rebelde e irredento. Como mis ojos. Como yo. El tiempo nos ha borrado de las páginas de su historia, pero necesitaba decirte que lo sé, y que hoy amo.

TARDE

Pasan dos minutos de la medianoche. Llega tarde, como siempre. No le importa —es más, diría que disfruta— haciendo esperar a los...