jueves, 17 de agosto de 2023

...LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON


La rebeca para estar a la sombra y el rojo de las granadas convertían al otoño ya en un hecho consumado. La estación de los ocres había dispersado a las hordas de grados centígrados que se atrincheraban en los termómetros y le había regalado la oportunidad de trabajar con él en un proyecto con el que llevaban soñando meses. Un club de lectura semipresencial donde se pudiera hablar de los libros que el grupo considerara más interesantes a lo largo del año. Tenían mucha faena por delante, ya que querían dar el pistoletazo de salida con el nuevo año.

La noche anterior no pudo pegar ojo. La danza frenética de las mariposas que se habían mudado a su estómago lo hacía imposible. Harta de sentirse ridícula, se acomodó en la cocina y dejó preparada (bien bonita, como a ella le gustaba) toda la documentación para la reunión de la mañana siguiente. Cuando llegó al lugar de la cita, él ya estaba allí con un café en la mano y esa ceja levantada en expresión socarrona que la hacía perder el norte. Un hola y una sonrisa tímidos a modo de saludo. No podía mirarlo a la cara durante más de tres segundos. ¿Vergüenza? No lo sabía.Tú actua como si no fueras idiota y no estuviera a punto de salírsete el corazón por la boca, le repetía la cansina voz de su cabeza. Lograron avanzar en el orden del día hasta los extractos que ella había seleccionado como gancho de sus propuestas de lectura. Contemplarlo inmerso en un libro era una de las escenas que había imaginado un millón de veces. Mientras él iba leyendo el primero, concentrado, serio, ella se permitió apoyar los brazos sobre la mesa y descansar la cabeza sobre ellos. Necesitaba aliviar la tensión de su cuerpo y la juerga nocturna de mariposas jugaba en su contra. Cerró los ojos un segundo mientras él terminaba el segundo texto y, sin poder evitarlo, cayó rendida en brazos de Morfeo. A los pocos segundos, levantó la cabeza, aturdida, y se encontró con la mirada de él clavada en ella. Sus ojos acariciaban y su boca se curvaba en una sonrisa que, en silencio, expresaba todas las palabras que ella ansiaba oír. Sabía que era del todo imposible, pero saber que él también lo sentía la lleno de una felicidad hasta entonces desconocida. El sonido de un teléfono la hizo regresar de golpe al lado de la vida donde los sueños no se cumplen.

Terminó el último párrafo y se giró hacia ella para comentarle que le gustaba su selección, y se la encontró dormida apoyada sobre la mesa. Joder, ¿qué estaría soñando con esa sonrisa? Aunque ella no lo supiera, la llevaba clavada en el alma desde el primer día. El sonido de un teléfono la trajo de nuevo junto a él, sustituyendo la magnífica curva ascendente de sus labios por una expresión de desconcierto seguida de una tristeza infinita que le nublaba los ojos.

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