Si miro las redes, están llenas de mensajes positivísimos que anuncian en diferentes tamaños y colores que rendirse no es una opción. Pero, ¿sabes?, siempre he sido más de Mr. Puterful que de Mr. Wonderful y, además, ya no me quedan fuerzas. Asumo mi derrota y doy un paso atrás. Me rindo, tú ganas. Me rindo, yo me equivoqué. Nunca fui de darme por vencida a la primera, ni a la segunda... ni a la centésima, pero son ya demasiadas horas buscando respuestas en las puntas de mis zapatos y mi almohada ya me odia por acumulación de lágrimas.
Quédate con lo que gustes. Quédate con la luna, que no la voy a mirar más. Total, para estar siempre a oscuras no es necesaria. Te regalo las canciones que me hacen pensar en ti, que son todas las escritas. Te regalo la piel, y los labios, y las manos, que ya no me sirven. Las noches sin pegar ojo y la jauría de por qués que me muerden la sonrisa. Quédate con mis ojeras y con el nudo que me atenaza la garganta incluso ahora mientras escribo estas líneas. Con mi amor infinito que no atiende a razones, mis ganas de verte y el brillo de mis ojos cuando sonríes. Quédate con todo, que más me vale seguir a trozos que hundirme entera.
Y ojalá que el viento se lo lleve todo. Todo excepto aquel primer beso que me hizo descubrir que podía ser real lo que hasta ese entonces solo había sido un cuento.