Mirando aquella foto de su más tierna niñez, de repente su cerebro estableció la conexión de forma involuntaria. Algunos de sus peores recuerdos venían siempre acompañados de la estampa de un jersey a rayas. Primero fueron los de la abuela Remedios. Siempre me los regalaba el día que se acababan las vacaciones y teníamos que volver del pueblo. Uno cada año, por si ya no llegaba a las siguientes navidades; aquellas rayas encerraban toda la tristeza de un chiquillo obligado a cambiar campo abierto por asfalto de ciudad. Luego aparecieron las pesadillas en Elm Street y en su cama de la mano de aquella demoníaca prenda sobre el cuerpo de Freddy Krueger. Poco después irrumpieron en su existencia aquellos meapilas de los Hombres G queriendo comprarse un jersey a rayas en Venezia (se ve que por no tener no tenían ni abuela), canción que le valió su primer intento de beso fallido. Y cuando ya pensaba que se había librado del patrón maldito, nació en su hermano pequeño la insana obsesión de buscar a Wally en los escenarios más insólitos y en cualquier momento del día. No tuvo más opción. Ahora comprende por qué en su fondo de armario se han borrado todas las rayas, o quizá se hayan formado con sus líneas todos los cuadros de sus camisas.
jueves, 31 de agosto de 2023
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