Nunca ha dejado de creer en ella. Ni siquiera en los momentos más oscuros. Ni cuando llora y cae de rodillas y un enjambre de por qués le aguijonea hasta la última fibra.
Cierra los ojos y la siente. Esa llama pequeñita que le nació dentro la primera vez que rozó sus labios y fue creciendo con cada mirada. Esa luz que se le asoma por los ojos y que solo es de él aunque no lo sepa. Ese polvo de hadas que le tatuaron sus manos y que la impulsa a surcar el cielo aunque sus pies estén pegados al suelo.
Cierra los ojos y vuelve a sentirlo. El mundo deja de ser un lugar hostil. Despliega las alas y le sonríe a su Campanilla interior. Le agradece a él, aunque no lo vea, aunque no lo sepa, el regalo de la magia.
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