lunes, 1 de enero de 2024

Banco de besos



Es curioso como, en medio de la vorágine de un mundo donde nada permanece, donde hasta la misma esencia del espíritu es mutable, algunos objetos se erijan en depositarios y fieles guardianes de memorias que otrora habitaron manos y labios y ahora vagan errantes en algún limbo de nadas esperando a que la imagen del objeto en cuestión las rescate. 

Hoy he vuelto a sentarme en nuestro banco. En el borde del asiento, la misma madera astillada que me dejaba marcas en los pantalones mientras tu boca dibujaba por primera vez senderos de colores en mi cuello. La misma reja cutre perimetrando otra reja. Como la vida, decías: rejas y jaulas. Los recuerdos vuelven a mí como bandadas de pájaros que migran al sur huyendo de cualquier invierno. Las dudas ignorando los semáforos en rojo. Tus ojos como pequeños animales heridos buscando refugio de una tormenta que trascendía los límites de lo ordinario. Las palabras más hermosas que se puedan dedicar a una persona pronunciadas sin titubeos bajo una luna mordida de otoño. Luego llegaron las noches, y tu cuerpo y el mío agostados en fiestas donde no cesaba de sonar la música. Y las miradas que rompían las barreras de lo posible en un universo cuadriculado. Y el adiós que se negaba a rendirle pleitesía a una fecha de consumo preferente que siempre supimos. Y la puerta tras la que desapareciste y las nubes que lloraban lo que a ninguno de los dos nos estaba permitido.Cayeron las últimas hojas, los días, los kilómetros y las ganas, y las agujas del reloj no perdonaron el vacío de besos, pintándonos de nada sin que nos diéramos cuenta. 

Hoy he vuelto a sentarme en nuestro banco, tan el mismo y tan distinto al mismo tiempo. Y tus ojos como animalillos anhelantes han vuelto a mirarme de esa forma tan tuya. Y en silencio les he confesado que, aunque se atrofiaron las alas que me cosiste, siempre tuviste razón en lo importante: el amor existe y soy capaz de sentirlo. Que solo tenía que esperar a la persona menos esperada. Que no podría detenerlo ni pulsar el botón de standby, porque era la criatura más desobediente de la madre naturaleza. Rebelde e irredento. Como mis ojos. Como yo. El tiempo nos ha borrado de las páginas de su historia, pero necesitaba decirte que lo sé, y que hoy amo.

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