jueves, 1 de mayo de 2025

Cuando acierta el horóscopo

El periodistucho que redactó lo que le depararía el día a todos los Piscis del universo acertó de pleno, al menos en cuanto a su vida concernía: hoy tendría lugar el acontecimiento que tanto había esperado y que lo cambiaría todo. Para bien o para mal, pero cambiaría. No leyó lo que el astrólogo de pacotilla le auguraba a Escorpio pero, si acertaba también, bueno no tendría que ser. Si hubiera tenido suerte, se habría clavado su propio aguijón ponzoñoso y le habría evitado a ella tener que salir en este día de perros.
Le había costado un triunfo aquel drástico cambio en su imagen, pero estaba segura de que ahora no la reconocería ni su propio padre. Meses sin probar apenas bocado y tirando de paciencia mientras su pelo corto se transformaba en oscura melena habían dado forma a aquella mujer atractiva y misteriosa que fingía estar en apuros sobre el asfalto de una carretera poco transitada en medio de ninguna parte. Semanas de seguimiento y observación le habían confirmado que aquel lugar sería el idóneo para poner fin de una vez por todas a la razón de su insomnio.
Fiel a su costumbre, la "razón" circula despacio deseando llegar a casa tras una larguísima tarde de trabajo en la que, como siempre, ha fundido la batería del móvil intercambiando mensajes con su amorcito. Reprime el volcán de rabia que le arde dentro al recordar cuánto se quieren. Se detiene en el arcén a auxiliar a la extraña que aguarda paciente bajo el inclemente cielo de una noche tormentosa de mayo. Por supuesto que la acerca hasta el pueblo. Faltaría más. Con una sonrisa de suficiencia y creyéndose una vez más superior al resto, hace amago de arrancar el coche. Cuando se da cuenta de lo que ocurre ya es tarde. El afilado acero ha traspasado su carne como la de cualquier mortal y ahora se aloja en su vientre tras haber desgarrado sus entrañas. Su divina sangre fluye con libertad y le empapa la ropa tiñendo un inocente blanco de un mucho más interesante rojo. «Las diosas perfectas también mueren», le susurra mientras la luz de un relámpago alumbra el destello de locura que chispea en sus ojos. «¿O pensabas que te ibas a ir de rositas después de haberme robado lo que más quería?»

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