¿Para esto has venido? ¿Para quedarte callado y mirarme en silencio? Mira , para que me miren y me juzguen ya tengo a mis gatos. Y tú no tienes ningún derecho. Ninguno en absoluto. ¿Me estás oyendo? Qué me vas a oír, si ni siquiera me escuchabas cuando estabas vivo... Si lo hubieras hecho, otro gallo nos hubiera cantado. Pero no. Tú a lo tuyo. Tú siempre a lo tuyo.
Dime, entonces, ¿a qué has venido si esa boca tuya no va a soltar prenda? De verdad que vaya forma de hacerme perder el tiempo. ¿No podrías haberle hecho la visita a tu amiguita y dejarme a mí con mis cosas, que bastante tengo? Claro, tú no tienes ni idea de todo el papeleo que me ha tocado hacer por tu culpa. Que si notario para arriba, que si registro para abajo. He firmado tantas cosas ya que he perdido la cuenta. Ah, y te lo advierto, si vienes por tu Rólex o alguno de los otros relojes exclusivísimos que te regalaban tus "clientes" (ja, mira cómo me río), llegas tarde. Con la pasta que he sacado ya he dado la entradita de ese apartamento tan ridículo que te espantaba pero desde el que desayuno los fines de semana mirando el mar.
Que no me mires así, te estoy diciendo. Que no será que no estabas advertido. Que te lo dije mil veces. Mientras a mí no me falte de nada, haz lo que quieras, pero al menos ten la decencia de que yo no me entere. Pero tú no. Tú siempre a lo tuyo. ¿Es que no habían más hoteles en la zona, hijo? ¿Teníais que venir justo al mismo en el que yo te había dicho que iba a pasar el puente con mis amigas? Claro, como nunca me escuchas, qué ibas a saber tú. ¿Tú sabes la cara que se me quedó cuando saliste del ascensor con tu amiguita, sí, la de las tetas operadas y el Mercedes biplaza? Que buena está, no te lo niego, pero a choni y descarada no le gana nadie. Qué poco glamour, hijo, con lo elegante que siempre has querido ser tú. Y de listo que te las dabas, oye, pero ni cuenta te diste de la estricnina en tus cócteles esos de hombre importante. Anda, anda, que poco sufriste para lo que merecías después del ridículo que me hiciste pasar. Menos mal que mi primo Antonio no era muy espabilado y firmó el certificado así sin más preguntas. Venga, que ya me has entretenido bastante, que ni muerto me dejas en paz.
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