jueves, 22 de junio de 2023

Mentiras

Apretaba los labios con furia y contenía las lágrimas que pugnaban por desbordarle unos ojos verdes donde ya no quedaba ni rastro de sueño. El nudo en la garganta le secuestraba las palabras y las ganas de gritar horadaban su pecho como una horda de aguijones rabiosos. Prometió que nunca nunca nunca le mentiría, y lo dijo tres veces, nunca nunca nunca. Podía perdonar las mentirijillas de los Reyes Magos o del Ratoncito Pérez, pero las mamás nunca deberían engañar a sus hijos, aunque solo tuvieran ocho años como él. ¿Por qué lo había tenido llorando tantos días creyendo que jamás lo iba a volver a ver? ¿Para qué se había puesto aquel traje negro de señor malo de las películas y la camisa blanca que le picaba en la piel y había lanzado aquel puñado de arena y su Funko favorito para que le hiciese compañía para siempre?

Buscó en el cajón de los cubiertos la llave oxidada de la puerta del patio trasero para que su papá pudiera entrar a la cocina a resguardarse del frío de la noche. Ya habría tiempo para hablar con mamá, pero esta broma no se la iba a perdonar nunca. 

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