Sus ojos contemplaban la escena, pero no daban crédito a lo que veían. Suciedad, abandono, ruina. Alguien había profanado los blancos muros de su sagrado con un galimatías esperpéntico de letras sin atisbo alguno de significado. Donde otrora reinase la esencia última de la muerte, la calma, el silencio, imperaba ahora la nada, el vacío, la ausencia. Si las lágrimas hubiesen figurado en su catálogo de posibilidades las habría derramado por miles. Si su corazón fuese algo más que un estropajo de fibra seca se habría hecho añicos. En aquel lugar había yacido, serena, la memoria de su metamorfosis. En el primer nicho de la segunda fila había abandonado su carne trémula y había nacido su cuerpo de alabastro pulido. Sobre aquel suelo cubierto ahora de inmundicia había sentido por primera vez el tormento y el placer que provocaba simultáneamente el preciado rojo. Desolación, tristeza, rabia, furia. No pudo seguir mirando. Su rostro níveo y habitualmente hiératico se contrajo en un rictus de dolor. Esta vez, la venganza no aguardaría más de cien vueltas al sol.
jueves, 22 de junio de 2023
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
EL ÚLTIMO DIARIO DE LA ABUELA IRIA
La luz de un día neblinoso se colaba difusa por la única ventana que conectaba su estancia favorita con el jardín exterior. Su d...
-
Nunca dieron pábulo a las habladurías del reducido número de habitantes del valle que se daba cita los sábados en el mercado de ...
-
Siempre he pensado que, sin lugar a dudas, hay viajes que se disfrutan más en compañía. Lo que jamás habría imaginado es que cie...
-
Sucede que a veces, por mucha experiencia que se tenga, la vida, los dioses o los hados del destino (crea cada uno en lo que qui...
No hay comentarios:
Publicar un comentario