jueves, 3 de agosto de 2023

DISIMULADA


Si las miradas tuvieran alguna consecuencia tangible en el plano físico, la suya sin duda habría agujereado el mantel. Sabía que, por mucho que intentara disimular, sus ojos siempre iban por libre, y de ningún modo permitiría que él siquiera atisbara la tormenta que en ese momento arrasaba su interior. Bastante humillación suponía ya haberle confesado, tiempo atrás, sus sentimientos. No había manera de controlarlos pero, desde luego, él no tenía por qué saberlo. 

Así no se sienta una mujer, le hubiera dicho su tía. Hubiera dado igual explicarle que la falda era estrecha y la pata de la mesa no ayudaba. En esos pensamientos se concentraba para mitigar el efecto de su voz y de aquel aroma tan particular que le incendiaba la sangre. Lo que de ningún modo podía haber imaginado es que él redujera la distancia a cero y, estratégicamente, colocara la mano (ay, esa mano que desataba todos los infiernos) a la distancia oportuna para rozarle la pierna. Pero, ¿este qué coño quiere ahora? El tuyo está claro que no, ¿o sí? Menos mal que esa mañana no le había dado pereza depilarse. 

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