sábado, 30 de septiembre de 2023

Astronauta kinestésica


Las palabras no son nada si no conocemos su significado. En algunos casos lo desconocemos por falta de experiencia. Somos seres kinestésicos, qué le vamos a hacer. Existe una expresión de dos palabras que siempre has considerado ridícula, quimérica, una mentira piadosa o una invención hermosa como el Ratoncito Pérez o el Santo Grial. Un constructo léxico perpetuado por los siglos de los siglos con objeto de embellecer lo prosaico de la existencia. 

Hoy, recién despierta, esas dos palabras que hasta ahora no existían en tu diccionario han adquirido entidad real, corpórea, tangible, aunque nunca las hayas pronunciado, aunque sepas que jamás te será posible articularlas más allá de la coraza que reviste ese disfraz tuyo de astronauta inocente y medio bobo. Arden como flama inextinguible y calcinan a su paso hasta la última fibra del alma mientras le transmiten su significado verdadero. Que da igual el resultado. Que no importa que el billete sea solo de ida ni la seguridad de que no eres suficiente para ganar el premio. Como un alud, te golpea la certeza de que le arrancarías con tus propias manos el corazón al averno helado de su tristeza. De que descenderías al mismísimo infierno si fuera necesario, y de que entregarías hasta el último suspiro y la última gota de sangre solo con un objetivo: que nunca se apague su sonrisa. En eso consisten esas dos palabras, en la necesidad de proteger la joya más valiosa. 

Entre el humo y las cenizas, sonríes, y se lo agradeces en silencio a la criatura más especial de la galaxia. 

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