jueves, 18 de enero de 2024

CONDENADOS



Tranquilos. Duermen tranquilos. Serenos y ajenos al fatídico sino que les aguarda a partir de esta noche. Ilusos amparados por la mentira que siglos y siglos de repetición convirtieron en verdad. Presos de un boceto de realidad castrada por la ignorancia impuesta y elegida por comodidad. No se teme a lo que no existe, y la jugada maestra del diablo es que así lo sigan creyendo. Tranquilos. Duermen tranquilos. Hasta que posemos nuestros dedos en su piel desnuda y, en unos segundos de desgarro y de dolor inenarrable, absorbamos su esencia más pura, la que no admite disfraces ni subterfugios, y pasen de inmediato a engrosar las filas de nuestro ejército de malditos.

Ella sueña con él. Con el que duerme a su lado tras meses y meses de lágrimas y cerrojos. Él vuelve a soñarla a ella. A la que duerme junto a él tras noches y noches de desvelos e infinitas dudas. En brazos de Morfeo, continúan respirándose y sintiéndose tras abolir las fronteras de la consciencia. Siguiendo el ritual convenido desde el principio del tiempo, pongo mis manos sobre los hombros de la hembra; pones tus manos sobre los hombros del varón. Cerramos los ojos y esperamos que fluyan sus almas hasta nuestros dedos. Maldición. Sus cuerpos queman. Abrasan el cuero reseco e inmortal de nuestra piel y anulan el poder oscuro que absorbe el ánima. Me miras. Te miro. Recuerdas. Recuerdo. Es imposible.

Un día devorado ya por las fauces inclementes del tiempo fuimos como ellos. Criaturas esplendorosas, rebosantes de carne y de vida. Espíritus que se soñaban y se anhelaban en las frías noches del invierno del mundo. Manos clandestinas que se buscaban y ardían de ganas. Pero pudo más el miedo y no arriesgamos lo seguro por una ilusión de atardeceres de sonrisas y de besos. Nos cubrió el silencio con su manto gris y caímos en la trampa de los que fingen no quererse. Cuando vinieron a buscarnos, el escudo de amor era tan débil que no contrarrestó la magia del Supremo, sentenciándonos a una dolorosa inmortalidad de alimentarnos de almas y anhelos ajenos mientras aumentamos las huestes de réprobos que habitan el inframundo y las pesadillas de aquellos que creen más allá de lo que ven. Condenados y eternos; eternos y condenados.  

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