Si yo supiera rezar, pero rezar de verdad, elevaría mil plegarias a las agujas del reloj para que detuviesen su inexorable avance justo en este instante. Con la cabeza apoyada en tu pecho, agradeciendo en silencio a la vida la suerte de tu olor y tu calor. Tu latido se impone al galope desbocado del mío. Melodía incomparable que eclipsa al sol de la tarde. Nudo en la garganta de pura emoción. Afortunada mil veces y mil más. Me miras y la luz de todo se muda a tus ojos. La promesa de tus labios acercándose como una bandada de pájaros de alas suaves. Piel con piel, vuelo aun con los pies bien aferrados al suelo por si se me doblan las rodillas. Dios, espero que no notes cómo tiemblo. O sí, yo que sé. Para saber algo estoy yo ahora. El tic tac inapelable que no se rinde esta tarde marca el final ya escrito de otro tatuaje sin tinta.
Mientras recuerda, la astronauta sonríe.
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