lunes, 5 de febrero de 2024

En noches como esta...



La mira. Una y mil veces la mira con temor a desgastar su superficie de plata. Sentada al borde de la nada, clava sus ojos en ella y le agradece una vez más que presida el firmamento cuajado de estrellas y sueños que escapan por las grietas de las almas rotas. Desde el rincón más remoto de la galaxia, donde no alcanza la voz de nadie, ni la suya propia, la mira, y una lágrima traidora le surca el rostro presagiando la tormenta que se fragua dentro y toda la voluntad del mundo no va a ser capaz de contener. 

Las luciérnagas silencian su cuchicheo brillante y los cometas se enroscan en su propia cola como gatos mansos que dormitan al sol. Y, acurrucada en los brazos de la noche, llora mientras el silencio del universo atrona sus oídos. Llora como un río salvaje al que nadie ha enseñado a desembocar en el mar. Llora como una nube que por primera vez siente que contiene lluvia. Lloran sus ojos las dos palabras malditas que se prometió no volver a decir y le queman dentro como infiernos incansables. 

Y la diosa de plata mira a la astronauta sentada en la nada y sonríe serena. Sabe con certeza que sus lágrimas son hijas de todo menos de tristeza. Que lo que le revienta el pecho es pura emoción que solo a ella le cuenta. Que mil mariposas incandescentes le brotan del alma en noches como esta. Y que dentro lleva, marcada por siempre, aunque ella no quiera, una sonrisa capaz de abolir cualquier invierno en la Tierra. 

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