domingo, 18 de febrero de 2024

MIEDO


El miedo es el monstruo más fuerte y más difícil de vencer de todo su bestiario particular. Nace, crece y se reproduce en una suerte de mitosis en bucle. Habita tanto lugares habituales —la almohada, el interior del armario y, sobre todo, el espejo— como los rincones más insospechados, recodos de su ser que ni ella misma conoce. Aguarda siempre, agazapado en cualquier escondrijo, la oportunidad de lanzarse a su cuello y destrozarle la sonrisa a dentelladas. El miedo es omnívoro. Devora todo a su paso y tanto le da nutrirse de dudas como de palabras o de silencios. Estos últimos son, con diferencia, su manjar favorito. 

El miedo siempre hace enmudecer el canto de las galaxias y le dibuja a su Luna una mueca de desprecio en la cara. La astronauta se tapa los oídos, pero su potente voz se cuela en su interior hasta invadir el último resquicio de su alma. Con su aliento gélido sofoca la pequeña llama de esperanza que, día a día, la hace levantarse y seguir luchando. Sus estruendosas carcajadas son contagiosas, y el universo entero acaba riéndose de ella. Qué ilusa, astronauta, por pensarte merecedora del afecto y la sonrisa de una estrella. 

Sentada en la soledad de un planeta remoto, a la astronauta se le atragantan las lágrimas y las palabras se le estrellan contra los dientes. Quiere gritar. Quiere plantarle cara al monstruo y que lo que dice no le duela tanto. Pero no sabe cómo hacerlo. No sabe cómo pararlo. Pasará, intenta convencerse mientras los pulmones le arden por falta de aire. Se tumba, se hace un ovillo y apoya el rostro contra el frío suelo. Sola en la soledad de un planeta remoto, vuelve a ser la niña que soñaba con ser otra o abandonar el mundo a lomos de un dragón de fuego. La de las pecas mal dibujadas. La de la mirada al suelo y la vergüenza por montera. Y esta vez no hay Fujur que las salve.

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