jueves, 14 de marzo de 2024

ÚLTIMO ALIENTO


Nunca subestimeis el poder de una sonrisa para trastocar una vida y condenarla al descalabro más estrepitoso. No perdais de vista que la luz de unos ojos es capaz de deslumbraros sin piedad y sumir en la oscuridad al resto del mundo. Tened en cuenta que una piel puede originar seísmos de magnitud inconmensurable y consecuencias impredecibles, y unos labios tornarse pórtico del verdadero infierno, no del esmirriado averno del que yo provengo. 

Si no me creeis, humanos, solo teneis que mirarme y escuchar estas palabras que, en un arrebato de misericordia inédita en mi réproba casta, os regalo junto a mi último aliento. Yo, que me reí de vosotros, de vuestra debilidad, aposentado en los negros tronos de la irreverencia. Yo, que manipulé con mis juegos burlones vuestros días y vuestras noches. Que os prometí océanos y os enterré en arenas. Que os ofrecí una miel que camuflaba la hiel más amarga. Yo, otrora el rey del tablero, convertido en un mero peón descoyuntado. Roto, moribundo, desahuciado. 

En el mismo instante en que mis ojos se posaron en ella por vez primera, tuve la certeza de que era distinta a las demás, pero no pude prever hasta qué punto. Nunca imaginé que algo tan bello albergara la potestad de destruirme. Jamás concibió mi mente que su fuego quemara más que el mío, ni que su boca fuera un imán más poderoso que la perversión que hasta entonces impulsaba mis actos. Se entregó a mi abrazo como si en ello le fuera la vida, se bebió mis besos como si la sed de mí la ahogara. Me miró como si fuese yo paraíso y no tierra impía. Despertó en mí aquello que no existía. Y luego me clavó una flecha envenenada de silencio e indiferencia. 
Vedme aquí, humanos, mientras muero, y aprended la lección.


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