jueves, 16 de enero de 2025

INDESTRUCTIBLE


No supo ponerlo a salvo. No supo. Por más que el universo a menudo le enviara señales, y no pocas, de advertencia, no fue capaz de evitarlo. No supo o no quiso saber. Cerró los ojos y confió en aquello de que el amor todo lo puede. Con premeditación y alevosía, obvió que, para que el popular y optimista dicho tuviera alguna oportunidad de hacerse realidad, ese amor debía circular por los dos carriles en una vía de doble sentido. Y el suyo era una bicicleta kamikaze circulando sin manillar por un camino de cabras, la crónica de una debacle anunciada. 

Dicen las sabias lenguas que habitan el arco del cielo que su ilusión ganó batalla tras batalla a la evidencia, que surcó mares de dudas sobre el cascarón de un beso, que llenó prados enteros de sus ganas y aún le sobraron para merendar. Dice la luna que lo vio todo que se tragó el miedo y la vergüenza y se desnudó en palabras por vez primera... Que se abrió en canal y le entregó el alma como quien regala la joya más valiosa de su corona. 

Ignoró la primera grieta, desoyó el primer chasquido y todos los que le siguieron. Amordazó a la intuición y metió bajo la alfombra todo lo que sabía que sabía. Ojos que no ven... duele más el batacazo. Cuando vino a darse cuenta, ya no tenía solución. Una noche cualquiera, una gota colmó el vaso que ya rebosaba de lágrimas. Trató de recoger el millón de pedazos en los que se había roto y pegarlos con paciencia y mimo, pero la primera no había figurado nunca en su catálogo de virtudes y su ángel de la guarda había renunciado hace siglos. No sabe quién le susurró el número mágico de comprimidos necesarios para alcanzar algún nirvana donde el olvido fuera posible...

Suerte que el Pepito Grillo que se escondía en su interior hizo su magia y detuvo el desastre a tiempo. Mientras lloraba a mares el dolor y el veneno, un hada piadosa le construyó una funda de hojalata donde durmieran los fragmentos de lo que había sido un corazón, por si un día... Quiso la suerte que el duende que vivía al otro lado del espejo le hiciera un obsequio de artesanía pragmática: un corazón exactamente igual al suyo, pero de resina epóxica. Ahora camina bajo el sol disimulando y fingiendo sonrisas, con la certeza de que ya no se le volverá a romper.

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TÚ A LO TUYO

¿Para esto has venido? ¿Para quedarte callado y mirarme en silencio? Mira , para que me miren y me juzguen ya tengo a mis gatos....