Sonríe. No lo puede evitar. Quiere disimular y disfrazar su cara de tonta, pero sus músculos faciales no obedecen a la parte racional que continuamente le repite: "¿en serio?" Su boca dibuja irremediablemente una curva ascendente que últimamente visita con poca frecuencia su rostro. Se pierde en sus ojos y sonríe. No lo puede evitar.
Trata de controlar el galope de su corazón cuando las manos de él se posan en su cintura como aquella vez, como tantas veces que en realidad fueron pocas. Seguro que él escucha a esa fiera desbocada que pugna por reventarle el pecho y ya no habrá manera de hacerse la fuerte. Pensaba que las mariposas se habían mudado hace tiempo al otro barrio, pero percibe su aleteo desde el dedo gordo del pie hasta la ceja izquierda. Mientras se reduce la distancia entre sus cuerpos suena el cri cri de un grillo a modo de advertencia. Te vas a arrepentir, parece indicarle. Obvia al grillo y a su canto, y vuelve a mirarlo a los ojos. Está ahí. Ese amor que creía inventado baila en sus iris de caramelo. Tantas noches de insomnio, tantas lágrimas han bañado en balde su almohada... y está ahí. Ojo de loca no se equivoca, piensa triunfante.
La noche es cálida y huele a sueño cumplido. Un rebaño de estrellas fugaces cruza el firmamento a paso lento, para que a ella le de tiempo a pedir un deseo. Pero, ¿qué deseo, si no ha deseado con más intensidad nada más en su vida? La promesa de sus labios entreabiertos ya es barra libre de paraíso perdido y encontrado. Su boca se acerca cada vez más y a ella comienzan a temblarle las rodillas. Ya percibe su calidez y su dulzura y...
Pipipipí ... pipipipí... 06:15. El mundo vuelve a ser un lugar frío.
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