jueves, 27 de marzo de 2025

LA ÚLTIMA PARTIDA



Por lo general, el camino de la vida no suele ser fácil para las almas que lo transitan, pero fuera quien fuera aquel dios que había jugado a los dados con mi suerte era sádico de más. Mi mera existencia debo agradecerla a una panda de borrachos que violaron a mi enclenque madre, que murió pocas horas después del parto abandonándome a la negligencia de unos abuelos pobres como ratas, que se santiguaban en mi presencia y me miraban como una aberración. Ni nombre me pusieron hasta cumplir el año, por si la fortuna les sonreía y no tardaba en morirme. Crecí entre miseria y piojos y aprendí a razón de paliza diaria. A pesar de los pesares, le gané la partida a la vida y sobreviví.

A los dieciséis me casaron con un campesino del pueblo de al lado más feo que picio pero de corazón noble. Parco en palabras y de carácter rudo, me enseñó a trabajar la tierra para que nunca me faltara el sustento y sembró en mi vientre dos hijos que me hicieron pensar que quizá la vida no fuera tan mala. Ni las plagas ni las sequías ni el hambre de los inviernos pudieron con nosotros. Supongo que fui feliz entonces, al menos a ratos, en nuestra humilde morada a la vera del río, hasta que una tarde de septiembre sus aguas se lo llevaron todo. Andaba yo vendiendo fruta por los pueblos de la vecindad, y cuando regresé nada tenía ya. Ni hogar, ni marido, ni hijos. Ni cuerpos en una fosa para llorarlos. Otra vez en la casilla de salida, pero volví a ganar la partida y no me morí de pena.

Con la única compañía de mi mula vieja llegué a esta ciudad gris donde se asfixia hasta el aire, la vendí por un puñado de monedas y desde entonces he malvivido, porque esto vivir no ha sido, de ruina en ruina, de fábrica en fábrica, de sol a sol partiéndome el lomo por un mísero jornal que ni para comer bien me daba. Siempre pobre. Siempre sola por si al cabrón que maneja los hilos de mi historia le divertía quitarme algo más. 

Mírame ahora a la luz de esta vela que no aporta más que penumbra. Mírame ahora, vieja, decrépita y con más dolores de los que pueden soportarse. Con la enfermedad mordiéndome los huesos como un perro rabioso y robándome hasta el aire de los pulmones. Mírame con esos ojos de oscuridad e infinito y no preguntes más. ¿Que por qué sonrío? Porque tengo la certeza de que esta última partida no se gana nunca y a mí ya no me quedan fuerzas para jugar.

jueves, 20 de marzo de 2025

ALERTA ROJA EN BLANCO Y NEGRO


No quiere, pero ocurre. Intenta evitarlo con todas sus fuerzas, pero no lo consigue. Un pensamiento tras otro la golpean y destruyen una coraza que ha ido forjando durante meses. La copa de vino la observa con malicia, tirada como un juguete roto sobre un colchón que ha sido testigo de horas sin duda más felices. 

«No es nada», susurra en bucle a modo de letanía monocorde. «¡No es nadie!», le grita a pleno pulmón a la copa, que cada vez es más cristal y menos vino. Pero sus palabras no tienen efecto alguno sobre la tormenta que va conjurándose entre las cuatro paredes desnudas. No sabría decir si la primera rebelde ha sido el alma o la piel, pero el alzamiento es ya un hecho consumado. 

Las manos que recorrieron el mapa de sus lunares se cuelan a traición por la puerta abierta que el alcohol ha dejado en su memoria. Alerta amarilla. Los ojos repletos de deseo que tantas veces se clavaron en los suyos la derriban sin perdón y sin permiso. Alerta naranja. Los labios que le arrancaron gemido tras gemido vuelven a hacerse dueños y señores de piel para adentro. Alerta roja. Y ella, la copa ya vacía hace rato, deja salir las lágrimas que lleva reteniendo desde aquel adiós que nunca fue pronunciado, convirtiéndola en un trazo difuso, en poco más que un borrón de su propia imagen en blanco y negro. 

jueves, 13 de marzo de 2025

NO ABRAS LOS OJOS


No abras los ojos. No mires. Ella está ahí. Como siempre. Acechándote. Esperando el menor descuido por tu parte para arrastrarte a esa oscuridad donde apenas llega el aire a los pulmones. Para hundirte en el subsuelo y apresarte entre raíces de insoportable dolor. Observa tus cicatrices, que atestiguan que ese infierno no es de fuego pero el hielo hiere igual. No quieres regresar a ese negro ni a esos días sin tiempo ni esencia.

Por eso no abras los ojos, no mires, no permitas que te atrape el monstruo del que huyes muchas noches bañada en el sudor frío de las pesadillas. De ella no te puedes esconder. A ella no la puedes engañar. Conoce hasta el último resquicio de tus entrañas, hasta el último pliegue de tus pensamientos. Nació en tu primer tropiezo y se alimenta, con gula, de tus miedos y fracasos. No tendrá piedad, lo sabes, y te susurrará con dulzura y crueldad a partes iguales el monólogo que tantas y tantas veces ensayó. Que para qué. Que te rindas. Que no eres suficiente. Que cada uno se engaña con la mentira que más le gusta. Y, una vez más, su verdad será la tuya.

Aprieta fuerte los párpados y mantente firme y, por lo que más quieras, no abras los ojos, no mires. Tu peor enemiga te aguarda impaciente para fundirte en su abrazo y recordarte otra vez qué botón pulsar para que deje de doler. Huye, huye ahora que todavía puedes, porque ese monstruo... Ese monstruo eres tú.

jueves, 6 de marzo de 2025

SIN MAPA NI BRÚJULA


Siempre he pensado que, sin lugar a dudas, hay viajes que se disfrutan más en compañía. Lo que jamás habría imaginado es que cierto tipo de fantasías pudieran convertirse en realidad. No sabría contar las veces que mi mente ha volado, sin poder evitarlo, hacia esas escenas. Y ahora, resulta que una simple puerta de madera es la frontera tangible entre el Edén y la Tierra. A través del ojo de su cerradura se adivinan maravillas que nadie escribirá en los libros de Historia pero que, o mucho me equivoco, o quedarán grabadas sin tinta en mi memoria.

Con mano temblorosa de anticipación, abro la puerta con suavidad. La luz del ocaso entre las cortinas baña la imagen que hasta hace segundos rendía tributo al reinado del sueño. Es verdad. Me esperan. No me lo he inventado. El primer contacto visual ya me confirma que no solo estoy invitada, sino que soy bienvenida. Un cúmulo de sensaciones y emociones se adueñan de mis sentidos. Expectativa, anticipación, deseo. La distancia entre nuestros cuerpos se reduce a pequeños pasos e inmensas ganas. 

Lo miro y entiendo a la perfección lo que me dicen sus ojos. La miro y comprendo sin necesidad de palabras lo que grita su piel. Que somos náufragos que anhelan la salvación de la misma playa. Un roce de labios da comienzo al juego más antiguo, escrito en el idioma del instinto. Al viaje más excitante que se emprende sin mapa ni brújula. Lenguas que recorren con deleite montañas y valles placenteros. Dedos que trazan curvas sin pudor ni freno. Cuerpos y almas danzando salvajes al son de una melodía a tres voces. Y la noche se transforma en un río de caricias a seis manos. 

Siempre pensé que había viajes que se disfrutaban mejor en compañía. Lo que no sabía era cuánto.

NO LO VI VENIR

No lo vi venir. Sé que suena a excusa probablemente barata, pero no lo vi venir. Debí haber estado más atento. Tanto tiempo junt...