jueves, 3 de abril de 2025

De mantis a hormiga



Qué difícil acostumbrarse a no tener la sartén por el mango, piensa mientras el aroma del café coloniza su ser a través de las fosas nasales. Se reiría al pensar quién fue ayer y quién es ahora. Se reiría, por supuesto, si no fuera por el nudo en la garganta que le permite apenas tragar el brebaje matutino. Tiene claro que quien se ha despertado esta mañana no quiere ser la de antes, pero la de ahora no le gusta un pelo. Podría haber cambiado un poquito, pero no, si la lía lo hace a lo grande, faltaría más.

Un día tuvo el mundo a sus pies, conseguía lo que quería con una mirada y una media sonrisa de esas que nunca sabes a ciencia cierta qué significan. Siempre le gustó jugar partidas arriesgadas pero placenteras. El roce hace el cariño, sí, pero llevaba la profilaxis emocional de serie, y si el juego perdía emoción, a otra cosa, mariposa. Cambiaba de adversario por aquello de no tentar al aburrimiento y, si era necesario, acababa con ellos con un simple "ya hablaremos".

¿Y ahora quién soy?, se pregunta, con la certeza de que la respuesta no hará sino ahondar el pozo de su tristeza. De reír con ganas a tragarse las lágrimas. De reina del tablero a sombra difuminada de escaque, de todopoderosa mantis a insignificante hormiga. No es necesario indagar en los motivos, que están claros como el agua. Nunca debió quitarse la armadura, pero ya es tarde, muy tarde. Remueve el café con la cucharilla, a pesar de que se le ha olvidado ponerle azúcar. 

jueves, 27 de marzo de 2025

LA ÚLTIMA PARTIDA



Por lo general, el camino de la vida no suele ser fácil para las almas que lo transitan, pero fuera quien fuera aquel dios que había jugado a los dados con mi suerte era sádico de más. Mi mera existencia debo agradecerla a una panda de borrachos que violaron a mi enclenque madre, que murió pocas horas después del parto abandonándome a la negligencia de unos abuelos pobres como ratas, que se santiguaban en mi presencia y me miraban como una aberración. Ni nombre me pusieron hasta cumplir el año, por si la fortuna les sonreía y no tardaba en morirme. Crecí entre miseria y piojos y aprendí a razón de paliza diaria. A pesar de los pesares, le gané la partida a la vida y sobreviví.

A los dieciséis me casaron con un campesino del pueblo de al lado más feo que picio pero de corazón noble. Parco en palabras y de carácter rudo, me enseñó a trabajar la tierra para que nunca me faltara el sustento y sembró en mi vientre dos hijos que me hicieron pensar que quizá la vida no fuera tan mala. Ni las plagas ni las sequías ni el hambre de los inviernos pudieron con nosotros. Supongo que fui feliz entonces, al menos a ratos, en nuestra humilde morada a la vera del río, hasta que una tarde de septiembre sus aguas se lo llevaron todo. Andaba yo vendiendo fruta por los pueblos de la vecindad, y cuando regresé nada tenía ya. Ni hogar, ni marido, ni hijos. Ni cuerpos en una fosa para llorarlos. Otra vez en la casilla de salida, pero volví a ganar la partida y no me morí de pena.

Con la única compañía de mi mula vieja llegué a esta ciudad gris donde se asfixia hasta el aire, la vendí por un puñado de monedas y desde entonces he malvivido, porque esto vivir no ha sido, de ruina en ruina, de fábrica en fábrica, de sol a sol partiéndome el lomo por un mísero jornal que ni para comer bien me daba. Siempre pobre. Siempre sola por si al cabrón que maneja los hilos de mi historia le divertía quitarme algo más. 

Mírame ahora a la luz de esta vela que no aporta más que penumbra. Mírame ahora, vieja, decrépita y con más dolores de los que pueden soportarse. Con la enfermedad mordiéndome los huesos como un perro rabioso y robándome hasta el aire de los pulmones. Mírame con esos ojos de oscuridad e infinito y no preguntes más. ¿Que por qué sonrío? Porque tengo la certeza de que esta última partida no se gana nunca y a mí ya no me quedan fuerzas para jugar.

jueves, 20 de marzo de 2025

ALERTA ROJA EN BLANCO Y NEGRO


No quiere, pero ocurre. Intenta evitarlo con todas sus fuerzas, pero no lo consigue. Un pensamiento tras otro la golpean y destruyen una coraza que ha ido forjando durante meses. La copa de vino la observa con malicia, tirada como un juguete roto sobre un colchón que ha sido testigo de horas sin duda más felices. 

«No es nada», susurra en bucle a modo de letanía monocorde. «¡No es nadie!», le grita a pleno pulmón a la copa, que cada vez es más cristal y menos vino. Pero sus palabras no tienen efecto alguno sobre la tormenta que va conjurándose entre las cuatro paredes desnudas. No sabría decir si la primera rebelde ha sido el alma o la piel, pero el alzamiento es ya un hecho consumado. 

Las manos que recorrieron el mapa de sus lunares se cuelan a traición por la puerta abierta que el alcohol ha dejado en su memoria. Alerta amarilla. Los ojos repletos de deseo que tantas veces se clavaron en los suyos la derriban sin perdón y sin permiso. Alerta naranja. Los labios que le arrancaron gemido tras gemido vuelven a hacerse dueños y señores de piel para adentro. Alerta roja. Y ella, la copa ya vacía hace rato, deja salir las lágrimas que lleva reteniendo desde aquel adiós que nunca fue pronunciado, convirtiéndola en un trazo difuso, en poco más que un borrón de su propia imagen en blanco y negro. 

jueves, 13 de marzo de 2025

NO ABRAS LOS OJOS


No abras los ojos. No mires. Ella está ahí. Como siempre. Acechándote. Esperando el menor descuido por tu parte para arrastrarte a esa oscuridad donde apenas llega el aire a los pulmones. Para hundirte en el subsuelo y apresarte entre raíces de insoportable dolor. Observa tus cicatrices, que atestiguan que ese infierno no es de fuego pero el hielo hiere igual. No quieres regresar a ese negro ni a esos días sin tiempo ni esencia.

Por eso no abras los ojos, no mires, no permitas que te atrape el monstruo del que huyes muchas noches bañada en el sudor frío de las pesadillas. De ella no te puedes esconder. A ella no la puedes engañar. Conoce hasta el último resquicio de tus entrañas, hasta el último pliegue de tus pensamientos. Nació en tu primer tropiezo y se alimenta, con gula, de tus miedos y fracasos. No tendrá piedad, lo sabes, y te susurrará con dulzura y crueldad a partes iguales el monólogo que tantas y tantas veces ensayó. Que para qué. Que te rindas. Que no eres suficiente. Que cada uno se engaña con la mentira que más le gusta. Y, una vez más, su verdad será la tuya.

Aprieta fuerte los párpados y mantente firme y, por lo que más quieras, no abras los ojos, no mires. Tu peor enemiga te aguarda impaciente para fundirte en su abrazo y recordarte otra vez qué botón pulsar para que deje de doler. Huye, huye ahora que todavía puedes, porque ese monstruo... Ese monstruo eres tú.

jueves, 6 de marzo de 2025

SIN MAPA NI BRÚJULA


Siempre he pensado que, sin lugar a dudas, hay viajes que se disfrutan más en compañía. Lo que jamás habría imaginado es que cierto tipo de fantasías pudieran convertirse en realidad. No sabría contar las veces que mi mente ha volado, sin poder evitarlo, hacia esas escenas. Y ahora, resulta que una simple puerta de madera es la frontera tangible entre el Edén y la Tierra. A través del ojo de su cerradura se adivinan maravillas que nadie escribirá en los libros de Historia pero que, o mucho me equivoco, o quedarán grabadas sin tinta en mi memoria.

Con mano temblorosa de anticipación, abro la puerta con suavidad. La luz del ocaso entre las cortinas baña la imagen que hasta hace segundos rendía tributo al reinado del sueño. Es verdad. Me esperan. No me lo he inventado. El primer contacto visual ya me confirma que no solo estoy invitada, sino que soy bienvenida. Un cúmulo de sensaciones y emociones se adueñan de mis sentidos. Expectativa, anticipación, deseo. La distancia entre nuestros cuerpos se reduce a pequeños pasos e inmensas ganas. 

Lo miro y entiendo a la perfección lo que me dicen sus ojos. La miro y comprendo sin necesidad de palabras lo que grita su piel. Que somos náufragos que anhelan la salvación de la misma playa. Un roce de labios da comienzo al juego más antiguo, escrito en el idioma del instinto. Al viaje más excitante que se emprende sin mapa ni brújula. Lenguas que recorren con deleite montañas y valles placenteros. Dedos que trazan curvas sin pudor ni freno. Cuerpos y almas danzando salvajes al son de una melodía a tres voces. Y la noche se transforma en un río de caricias a seis manos. 

Siempre pensé que había viajes que se disfrutaban mejor en compañía. Lo que no sabía era cuánto.

jueves, 27 de febrero de 2025

SANGRE DE SU SANGRE


Agazapada en la espesura de la zona más profunda del bosque, aguardó con inquietud a que la capa de nubes, heraldos de la tormenta que se avecinaba, atenuara los rayos de luna que en cualquier otro momento hubiera venerado. El sonido lejano del trueno competía en su interior con la zozobra que minuto a minuto le devoraba las entrañas. No había vuelta atrás. Su acero había roto el pacto que durante años había procurado la paz a su pueblo y solo le quedaban dos opciones: atenerse a las consecuencias o huir del que había sido su hogar y ocultarse hasta el fin de sus días. La primera ni la contemplaba, por supuesto.

Cuando la penumbra hizo acto de presencia en el claro que lindaba con el río, avanzó rauda hasta la misma orilla con cuidado de no resbalar en las rocas. Se arrodilló y puso el yelmo a buen recaudo. Con manos temblorosas, introdujo la capa en el gélido caudal de la frontera líquida que separaba sus tierras de los asentamientos bárbaros. En pocos segundos, las aguas bravas se tiñeron del carmesí de la sangre, de la vergüenza, de la rabia. Río abajo se perdía su futuro y todo lo que alguna vez amó.

Desde que partió del castillo, llevaba incrustado el aroma metálico y dulzón de la roja muerte en todos y cada uno de los pliegues del alma, y la traición clavada en el pecho como una daga ponzoñosa. Su hermano, su propio hermano. Hipotecando su futuro para reforzar el vínculo con sus aliados. Vendiéndola igual que se vendían los animales en el mercado. A ella, doncella guerrera que aprendió a blandir la espada al mismo tiempo que a caminar. Esposa de un mentecato que no sabía ni ajustarse la armadura. No le había dejado más alternativa, y ahora la sangre de su sangre teñía de rojo las aguas y de negro el incierto mañana. 


jueves, 20 de febrero de 2025

PABLO

Siempre supo que algo no iba bien con aquella criatura. Desde el mismo momento de concebirlo, su vientre emitía señales de alerta, pero no entendía su significado. Durante los meses de embarazo, un cuervo negro se posaba noche tras noche en el alféizar de la ventana de su dormitorio y rasgaba el aire con graznidos angustiosos. Los gatos del vecindario huían de su presencia como alma que lleva el diablo y sus flores se marchitaban por más empeño que pusiera en mimarlas. Soñaba con ojos amarillos llenos de maldad que brillaban lujuriosos mientras unas manos frías le arrancaban las entrañas. 

En el mismo momento en el que el niño nació el cielo se cubrió de amenazantes nubes negras y un viento frío sorprendió a los viandantes a pesar de que en el calendario sonreía inconfundible un diez de julio. La leche se le agrió en los pechos la primera vez que el bebé se enganchó al pezón y tuvieron que alimentarlo a base de fórmula en biberón. El niño nunca lloraba, ni de día ni de noche. Tampoco sonreía ni emitía los ruiditos típicos de los bebés conforme van pasando etapas. Se limitaba a mirarlo todo fijamente y con rostro impasible. Este niño no es normal, le decía su madre. Nunca lo cogía en brazos porque le aterraban las sombras oscuras que decía ver en sus ojos color miel. Eso son cosas tuyas, mamá, le respondía ella sin convencimiento alguno. Un hijo es un hijo, y bastante desgracia tenía ya este con que su padre fuera un desgraciado (muy guapo, eso sí) que la preñó una noche y nunca más se supo.

Pasaron los meses y una tarde, al volver a casa tras una dura jornada en el bar que les proveía el sustento, su madre dormitaba plácidamente en la mecedora del salón mientras se suponía vigilaba a Pablo. El niño estaba en el suelo, sus regordetas piernecitas desnudas sobre el parqué mientras se afanaba con lápices y carboncillos sobre una lámina. Era asombrosa la querencia que había desarrollado Pablo por lápices y papel. Como siempre que llegaba, se acercó a darle un beso en la cabecita antes de pasar por la ducha, pero aquella tarde no sería igual a ninguna… La mano de su hijo, apenas más que un bebé, había dibujado con trazo perfecto y una habilidad increíble el rostro del destino común a todo ser vivo. Una hermosa representación de la parca la miraba desafiante desde la blancura inocente del papel. Llamó a su madre asustada. ¡Mamá, mamá!  Pero la abuela no despertó, ni lo volvería a hacer nunca. Pablo sonrió por primera vez, y su risa le heló la sangre en las venas.

Como mecanismo de defensa, su mente decidió sepultar en el olvido aquel aterrador suceso, pero ahora le desfila por la memoria como una película en bucle, mientras los ojos amarillos de Pablo brillan lujuriosos al arrancar con sus propias manos las entrañas que lo acogieron antes de su llegada al mundo de los mortales. 


De mantis a hormiga

Qué difícil acostumbrarse a no tener la sartén por el mango, piensa mientras el aroma del café coloniza su ser a través de las f...